Le Mans: el film al que Steve McQueen le dio el toque “Fangio”
El reconocido actor, amante de la velocidad, se dio el gusto de hacer una película en la mítica competencia en la que Fangio casi sufre un accidente fatal. Cuando le contó a Fangio que correría de verdad este le dijo: “tené cuidado cuando entrés a boxes”.
En “Le Mans”. Michael Delaney (Steve McQueen) recorre con su auto particular las carreteras de Le Mans e ingresa al circuito de la Sarthe de más de 13km y 38 curvas. Para el auto, baja, la cámara lo descubre de espaldas y el flashback lo traslada al trágico accidente que tuvo con Piero Belgetti, rival, pero amigo que dejó a una joven y hermosa viuda, sostén sentimental durante la historia. El inicio es en realidad un homenaje a Fangio, quien tuvo un accidente parecido en 1955, cuando al ingreso de boxes un auto se montó a otro y voló como un misil hacia la tribuna matando a un importante número de espectadores.
“Tené cuidado cuando entrés a boxes hermano, ahí es donde el diablo espera”. Le dijo Fangio al actor amante de la velocidad y el riesgo que no usaba dobles y que detestaba los consejos. Las palabras del “chueco” le sirvieron, porque el mismo tuvo al diablo cerca. En una de las escenas más recordadas de la película “Fangio: Una vita a 300 all’ora”, de Hugh Hudson, Fangio explica con autitos de colección, la tragedia que lo marcó en plena cumbre. En ella, tres coches sufren un accidente, uno de ellos se levanta, explota y da de lleno a la tribuna llena de espectadores. Fangio salvó su vida por muy poco:
“Yo vi todo. Estaba por pasar a los coches que se accidentaron: (Mike) Hawthorn, (Pierre) Levegh y (Lance) Macklin. Íbamos a unos 250km/h. Han pasado ya tres horas y es tiempo de cambiar de piloto. Hawthorn disminuye su velocidad y dirige su coche a boxes. Es la maniobra que después le será discutida porque la comenzó 300mts, mucho antes de los boxes, pero de manera correcta. Macklin se abre un poco, lo justo como para superarlo y dirigirse también a boxes. Levegh trata de pasar, pero no encuentra espacio: su Mercedes sube sobre el coche de Maklin y decola. Yo me aferro al volante y espero el golpe que no sé por qué no llega. Mi Mercedes pasa “por un pelo” acariciando el Austin de Maklin, que atravesado rasga con su chapa al asfalto de la pista. Detrás de mí, dejo el infierno.”
El consejo de Fangio y el sueño de McQueen
Es 1970, durante la filmación de “Le Mans”, la película de John Sturges y Lee H. Katzin, cuyo protagónico es del indiscutible Steve McQueen. El encuentro es muy breve.
“-Ud. vivió un importante drama aquí (dice McQueen)
-Es cierto. Esta es una pista muy peligrosa. Tené cuidado cuando entrés a boxes hermano, ahí es donde el diablo espera.
-Es muy importante lo que me dice, quédese, disfrute.
-Gracias, hermano”.
Así dicen que fue el diálogo entre Fangio y el actor de “Bullit”, “El gran escape” y “Papillon”, que casi por capricho agregó a su extensa pero interrumpida (murió en 1980) filmografía “una película de carreras en la que pueda correr de verdad”. Y así, la estrella de Hollywood y también piloto de talento, Steve McQueen rodó con pasión una película que sería su legado personal: Le Mans. Ser uno de los actores mejor pagos del momento y por su despliegue automovilístico en “Bullit” o “El gran escape”, donde rodó una secuencia de motos sin doble y en la que se persigue a sí mismo, ayudaron a su aventura.
McQueen quería rodar la película definitiva sobre automovilismo y se lanzó a Le Mans con tanta enjundia que hasta se inscribió realmente en la carrera de ese año (la 38va edición), donde logró un meritorio 7° puesto. El equipo Solar Productions de McQueen era pilotado por el alemán Herbert Linge y el inglés Jonathan Williams, a bordo del recordado Porsche 908. Debido a las constantes paradas en boxes para recargar la cámara de rodaje, a sabiendas de que este debía cumplir un tiempo y distancia reglamentarios, es que el auto no clasificó oficialmente. De haberlo hecho hubiera culminado noveno en el clasificador.
Un rodaje conflictivo donde puso el alma
McQueen llegó a un acuerdo con Porsche y Gulf para presentar el auto y correr de verdad. Ya lo había hecho en otras carreras como las 12hs de Sebring, además de varias competencias amateur. El coche saldría a pista equipado con cámaras de rodaje, pero la organización del Gran Premio de Le Mans permitió que compita oficialmente por lo cual su carrera fue solo participativa. Empero, la enfermiza búsqueda de la autenticidad por parte de McQueen en el proyecto, motivó en gran parte que por entonces la película fuera un fracaso descomunal en taquilla y que la crítica cinematográfica de la época la destrozara sin piedad.
El presupuesto de la productora se quemaba tan rápido como la nafta de los Porsche. Los guionistas entraban y salían frustrados. McQueen parecía tener muy claro lo que quería, pero sólo lo sabía él. Estaba empezando a perder el control y un piloto no puede permitírselo. Se rodaban planos asombrosos, pero no había un guión. La película es Realismo. Velocidad. Atmósfera. Ritmo. Concentración. Intensidad. Conceptos integrales para una película despojada de cualquier artificio, sin decorados ni maquillajes. Solo empezó a comprenderse con los años, y a pesar de su fracaso inicial hoy es pieza de culto.
Según McQueen, la velocidad es fría. Y de color azul. El actor hizo otras películas apenas más exitosas, pero no tan sanguíneas con “Le Mans”, y tal vez haya sido su preferida, aunque le costó dos accidentes, su primera esposa, buena parte de su cuenta bancaria y hasta su vida, ya que el asbesto utilizado en los buzos antiflama le activó un cáncer irreversible. Tanto le significó al actor que durante el tratamiento en Juárez (México), exhibió una copia del film a los demás pacientes con un mensaje: “Cuando corres, eso es vida. Todo lo que pasa antes o después es simplemente una espera” . Murió a los 50 años.
El documental que lo cuenta todo
Las 24 Horas de Le Mans (1971), protagonizada y producida por Steve McQueen, se considera una de las mejores películas sobre carreras de coches. El documental Steve McQueen: The Man & Le Mans (2015), narra la génesis de esta arriesgada producción que rompió el motor en varias ocasiones. Un homenaje que invita a desentrañar al hombre, al actor y al piloto que dieron lugar al icono. Habituado a competir (cuando el seguro lo permitía), McQueen soñaba con hacer una película sobre carreras, sin embargo, fue más que un capricho que hasta incluso le erosionó el alma. Todo está contado en el film.